Por Hernán Aguiló Martínez
Parte de política del MIR durante la UP y antes del golpe militar se orientaba a la generación de un poder popular alternativo al poder burgués.
La política del poder popular alternativo del MIR, se orientaba a tratar de generar un poder político, social y militar desde las comunas que uniera a los trabajadores activos y cesantes, a pobladores, campesinos, (si es que habían en la comuna), y suboficiales, soldados y clases, cuyo objetivo era generar un poder político, económico y militar de los trabajadores y el pueblo. La expresión orgánica que buscaba generar este poder alternativo eran los Comandos Comunales. El objetivo de este poder alternativo, era contrarestar la ofensiva contrarevolucionaria de la burguesía y el imperialismo y a la vez, retomar la ofensiva revolucionaria de los trabajadores y el pueblo. El programa de esta unidad política, económica,social y militar se expresaba en el Pliego del Pueblo que el MIR levantó para ese período. Esta era la política definida por el MIR para el período previo al golpe militar.
El MIR estimaba que levantar una política de poder, que sólo se restringiera a los cordones industriales, era insuficiente para generar una amplia alianza social que uniera al conjunto de los trabajadores y el pueblo. Esa era una diferencia táctico-estratégica que el MIR tenía con otros sectores revolucionarios de la izquierda.
Han pasado 49 años del golpe militar, la derrota del conjunto de la izquierda y de los revolucionarios en particular, demuestran que estos últimos más allá de sus diferencias tácticas en ese momento (como la señalada anteriormente), no fueron capaces de desarrollar un poder popular alternativo al poder burgués e imperialista y realizar una mínima resistencia a la contraofensiva política y militar de la clase dominante. Se han escrito varias decenas de libros respecto, al supuesto poder popular desarrollado en diferentes comunas y áreas geográficas del país, durante los meses previos al golpe militar. Sin embargo, el resultado real, previo al golpe e inmediatamente posterior al mismo, demostraron que el poder popular, fue más una intencionalidad de la izquierda revolucionaria que una realidad. La realidad tanto a nivel nacional, como también a nivel comunal y en los mismos cordones industriales, demostró que de poder alternativo había muy poco.
Si bien es real que previo al golpe existió coordinación de dirigentes sindicales en varios cordones industriales, que existían reuniones de organizaciones de pobladores, de campesinos y sindicatos que coordinaban algunas acciones como distribución de alimentos, algo de control de la producción y autodefensa primaria de empresas intervenidas y fundos expropiados; que es real que en estos sectores más radicalizados de los trabajadores, pobladores y campesinos existía el deseo de desarrollar formas de organización superiores a las desarrolladas por el gobierno de la UP y el reformismo; sin embargo, es real también que ese conjunto de hechos, es insuficiente para catalogarlo como poder popular alternativo al poder burgués. Afirmar que los mismos constituyeron poder popular alternativo, es una irrealidad del porte de un buque. Si realmente hubiese habido un mínimo de poder popular, el desarrollo de los acontecimientos inmediatamente después del golpe y en los años posteriores habría sido muy distinta a como ocurrieron los hechos reales. Para empezar los militantes revolucionarios habrían podido dirigir y sostener en el tiempo desde este poder popular constituido, una lucha de resistencia política, social, insurgente y armada contra la política represiva y contrainsurgente que desarrollaron las fuerzas armadas, desde el mismo 11 de Septiembre. Prácticamente nada de esto último sucedió; la resistencia al golpe en los cordones y comunas fue puntual; en el terreno armado, la resistencia fue más puntual aún y desarrollada fundamentalmente por algunos grupos armados de los propios partidos que rápidamente fueron derrotados o tuvieron que replegarse a una clandestinidad que tenía muy poca retaguardia social clandestina organizada desde las localidades y que permitiera darle continuidad a la lucha de resistencia.
Masivamente la mayoría de los dirigentes de masas y los propios militantes y dirigentes de partidos revolucionarios y en general de la izquierda, se vieron imposibilitados de mantener una resistencia al golpe en los cordones industriales y comunas. La mayoría de ellos no pudieron mantenerse clandestinos en sus áreas geográficas de origen, demostrándose además que no se había organizado previamente una retaguardia social clandestina que los protegiera, y a la vez permitiera desarrollar una resistencia al golpe. Tampoco existía conocimiento y preparación de los terrenos en las áreas geográficas de los cordones y comandos comunales urbanos y rurales. No es casualidad entonces que durante el golpe y en los días, meses y años posteriores, la política represiva y contrainsurgente de la dictadura haya podido fácilmente desbaratar los supuestos poderes populares que tanto se ha escrito y se sigue hablando, como una política exitosa de los revolucionarios.
Tampoco es casualidad que la gran mayoría de los dirigentes nacionales, dirigentes medios y un porcentaje significativo de militantes, inmediatamente después del golpe, hayan tenido que buscar refugio no en sus propias localidades, sino que se vieron obligados a abandonarlas. Sin base social de apoyo clandestino, sin poder popular que tanto se ha hablado, sin autodefensa armada, sin preparación del terreno en áreas urbanas, rurales y menos en la montaña, el “refugio” de la gran mayoría de los militantes y dirigentes fue una clandestinidad basada en documentación falsa, pensiones, fachadas falsas, etc., etc. Si hubiese existido poder popular urbano y rural, el refugio, el repliegue y la organización de la resistencia habría tenido un curso totalmente diferente.
No es casualidad que el funcionamiento y los intentos de reorganización del MIR durante los años 73, 74 y 75, se realizara principalmente en contactos en la calle. La gran mayoría de las detenciones de los dirigentes nacionales, dirigentes medios y militantes buscados, se produjeron en estos puntos de contacto o en casas con fachadas y no en casas de resistentes legales y desconocidas por los servicios de inteligencia. El propio Miguel, cayó heroicamente en combate, no en una zona dónde hubiese poder popular constituido urbano o rural, cayó en combate en una casa con fachada falsa, donde todos sus integrantes eran buscados.
Los objetivos políticos y tácticos estratégicos señalados anteriormente fueron la causa de la primera derrota táctico estratégica del MIR y del conjunto de los revolucionarios. El compromiso de la gran mayoría de sus militantes y dirigentes no impidieron esta derrota, que sobrevaloró la fuerza política, social y el potencial militar del MIR y a su vez, subvaloró la capacidad contrainsurgente de las clases dominantes y sus aparatos policiales, militares y de inteligencia. Esta sobrevaloración de la capacidad política y militar del MIR y subvaloración de la contrainsurgencia, no permitieron preparar al partido para el período caracterizado como contrarevolucionario a partir del golpe militar. La inadecuada relación del partido con el movimiento de masas en el período de la Unidad Popular, una relación no clandestina y más bien abierta de la mayoría de sus militantes y frentes intermedios, un poder popular inexistente, donde confundíamos el deseo de su existencia con la realidad, no permitieron preparar al partido y su incipiente base de apoyo social, para enfrentar la ofensiva contrainsurgente iniciada a partir del golpe de estado.
Han pasado 49 años del golpe. No deseo extenderme en el detalle de este balance. Este balance, es una autocrítica dentro de la estrategia revolucionaria sin tener en cuenta el derrumbe del socialismo real y donde aún no era evidente (por lo menos para mucho de nosotros) que el socialismo real no era la primera fase que llevaría a los trabajadores y los pueblos a su liberación definitiva, es decir al comunismo.
La estrategia revolucionaria del siglo XX y el socialismo real, demostró ser una fase más de desarrollo del capitalismo y generador de nuevos imperialismos (como los de China y Rusia) y continuidad del modo de producción capitalista, como ha quedado demostrado desde 1990 a la fecha.
La liberación de trabajadores y pueblos, deberá superar también la estrategia de la revolución socialista. Al respecto con un grupo de ex miristas, hemos constituido un grupo de discusión “clase para sí”. Algunas de esas conclusiones las hemos dado a conocer aquí en esta red.
Saludos
Hernán Aguiló Martínez
Junio del 2022
Mantengo mi discrepancia con Aguiló, aunque esta vez Nancho equivoca los términos, si bien concuerdo con todo su análisis y descripción de lo ocurrido a partir del golpe y con la caída del Socialismo Real, el MIR no señaló que se hubiera construido Poder Popular, que claramente no lo hubo, sino que nuestra acción política se orientaba al desarrollo de GÉRMENES de Poder Popular, que ciertamente es bien distinto. Y como gérmenes, claro que los Cordones, los Comando Comunales y las múltiples expresiones de organización autónoma y cooperación que el mismo Nancho describe, sí fueron gérmenes de Poder Popular. El Maipuzazo fue expresión concreta de ello.
El Maipuzazo fue una movilizacion conjunta de campesinos, obreros, pobladores y estudiantes en 1973 realizada a partir de una demanda de apoyo del Consejo Comunal Campesino al Cordón Cerrillos para la toma de fundos en la periferia de Maipú. El Cordón acordó participar en las tomas y decenas de trabajadores industriales se movilizaron a los predios en toma. Esto está registrado en La Batalla de Chile. Integrada a estas acciones, pobladores de Maipú se toman el antiguo matadero en desuso e instalan un mercado popular autogestionado. Los campesinos de fundos previamente tomados llevaban sus productos en trailers al Mercado Popular para su venta directa. Los y las estudiantes participaron en tareas de apoyo. Aunque los predios tomados en esta acción no fueron expropiados, el Mercado Popular continuó operando hasta el 11 de septiembre. El MIR aportó con contingente y recursos de comunicación e informaciones
Comentando el comentario de Javier Bertín:
Me parece que Javier esquiva el planteamiento de fondo de Hernán Aguiló, que a mi juicio es mucho más que una crítica a la táctica del MIR en la época del “Maipuzazo”, sino a las prioridades estratégicas que prevalecían entonces en el marco de una lucha por ahondar en la “fase socialista” de la revolución, buscando generar la toma del poder por el nombrado Poder Popular. Que esto fuera expresado en términos de “gérmenes de poder” o no, es algo irrelevante, pues lo que se estaba planteando era que la acumulación de fuerzas debería desembocar en la construcción de un Poder Popular capaz de enfrentar el golpe que se venía encima y de vencer al golpismo ahondando y superando el proceso reformista en curso.
La realidad histórica demostró que eso no fue posible, pero no por simples “debilidades tácticas” en su formulación, no porque “no alcanzamos a acumular fuerza”, sino precisamente porque la base material necesaria para enfrentar al poder militar, político y económico del estado burgués no existía, no había sido construida aún, y algo peor, porque no lo veíamos como algo más importante que las urgencias coyunturales. Esa materialidad estaba ausente por razones de “debilidad estratégica” de las propuestas revolucionarias de la época, tal como la historia del derrumbe del “socialismo real” lo ha demostrado, sin que hayamos podido ni siquiera anticipar que esos procesos, en vez de conducir al comunismo, conducirían a una regresión hacia al capitalismo y a la instauración de los nuevos imperialismos, como en Rusia y China.
Este resultado debe interrogarnos mucho más allá de las críticas que nos hacemos ante nuestras políticas coyunturales de entonces o de todo ese período que calificamos ingenuamente de prerrevolucionario. Eso es algo que Hernán Aguiló está haciendo a fondo y con persevereancia, buscando las raíces ideológico-teóricas que nos condujeron a cometer esos errores durante tanto tiempo -apoyándose para ello en las herramientas críticas que nos aporta el materialismo histórico y el método materialista dialéctico. Un pequeño grupo de ex-miristas, entre los cuales me cuento modestamente, lo hemos estado ayudando a investigar sobre el mal uso de la dialéctica marxista en nuestros análisis, a poner la dialéctica “cabeza arriba y patas abajo” a la luz del desarrollo de las contradicciones que podemos observar en los 200 años de luchas anticapitalistas infructuosas que hoy podemos contemplar. Lo que intentamos hacer no es un trabajo de academia sino la consecuencia de una experiencia colectiva de interrogación y crítica desde nuestras subjetividades y capacidades en tanto que ex-militantes de una organización política revolucionaria que le planteó al pueblo “tomar el cielo por asalto”, pero sin tener muy claro que había que fabricar previamente, por lo menos, una sólida escalerita.